WILLIAM SHAKESPEARE. ESTUDIOSO DE LA TOXICOLOGIA.

Publicado en el Boletín de la Asociación Toxicológica Argentina.
(Adherida a la IUTOX). Año 22, Nº 82.   2009.  p 20 - 22

                Prof. Dr. Eduardo Scarlato, Dr. Jorge Zanardi.

 

Si bien es muy poco lo que se sabe acerca de la vida del literato William Shakespeare (1564–1616), está probado que el mismo no alcanzó una educación universitaria aunque sí se lo indica como un ávido consumidor de literatura.

Los literatos, en todas las épocas han ido plasmando en sus obras las preocupaciones, pesares y miedos que padece una sociedad. Y son muchas veces los envenenamientos, los que por su espectacularidad y dramatismo junto a lo maquiavélico del entorno, hacen a la esencia en la composición literaria.

La obra de Shakespeare, la que lo colocó entre los más célebres de la literatura universal, es una muestra tanto de las miserias y sufrimientos humanos como también del modo de vida entre los siglos XVI y XVII.

Es entonces que recorriendo su obra, podemos acercarnos a través de sus citas a la concepción del veneno, las pócimas y los antídotos que se tenía en la época.

Estas menciones las podemos agrupar en los siguientes contextos:

 

COMO ARMA LETAL:

En Otelo, se plantea la inusual vía ótica como puerta de ingreso al organismo de un veneno. Yago, perpetrando su asesinato, dice:

“Yo al moro le vierto en el oído este veneno…”

Otelo dudando sobre el arma a utilizar dice:

“No voy a soportarlo cuando hay sogas, cuchillos, veneno, fuego o aguas que ahogan. ¡Querría estar seguro!”

Y cuando ya se hubo decidido, finalmente sentenció:

“Tráeme un veneno Yago, esta noche. Con ella no voy a discutir. No sea que su cuerpo y belleza aplaquen mi decisión. Esta noche, Yago”.

En Las alegres comadres de Windsor, Nym confiesa su plan:

“No dejaré que se entibie mi encono. Excitaré a Page a servirse del veneno. Quedará amarillo a puros celos, porque mi sublevación es peligrosa; he aquí mi único placer.”

En Hamlet, donde sobran personajes envenenados, el espectro le cuenta a Hamlet sus pesares:

“Durmiendo en el jardín, como era mi costumbre por la tarde, tu tío a esa hora insospechada, se acercó sigiloso con un frasco de esencia ponzoñosa y vertió en los portales de mi oído el tósigo ulcerante, cuyo efecto a la sangre del hombre es tan hostil que al punto recorre como azogue las venas y conductos corporales y con súbito poder cuaja y coagula, como gotas de ácido en la leche, la sangre más fluida y saludable”.

Es interesante hacer mención que esta llamativa modalidad de envenenamiento utilizando la vía ótica como vía de ingreso al organismo, tiene un antecedente en la obra Eduardo II de Christopher Marlowe  (1564 – 1593), quien describe en el acto V escena 4 un asesinato similar pero en ese caso utilizando polvos mortíferos que son introducidos en el oído de la víctima con la ayuda de una pluma.

 

Volviendo a Hamlet, más adelante, en la escalada de muertes por envenenamiento, Laertes elucubrando el asesinato con el rey dice:

“Lo haré; y a ese fin untaré mi espada de veneno. Le compré un ungüento a un charlatán, tan mortal que un cuchillo en él mojado donde hiere no hay emplasto milagroso compuesto con las hierbas mas enérgicas del mundo que salve de la muerte a quien sólo haya arañado. Pondré el veneno en la punta y bastará con que le roce para que sea su muerte.”

El rey:

“Cuando el esfuerzo os dé calor y sed (y habrás de hacer más violentos los asaltos), y él pida de beber, le tendré preparada una copa a propósito; con que la sorba, aunque escape a tu golpe envenenado nuestro plan se habrá cumplido.”

Hamlet al rey danés:

“¡Toma, maldito danés, criminal, incestuoso! ¡Bébete la pócima!”

La reina:

“¡No, no, el vino, el vino! ¡Ah, mi buen Hamlet! ¡El vino, el vino! ¡Me ha envenenado!”

Laertes:

“Está aquí, Hamlet. Hamlet, estás muerto. No hay medicina que pueda salvarte. No te queda ni media hora de vida. El arma traidora está en tu mano, con punta y envenenada. La vileza se ha vuelto contra mí. Mira: yo, caído para siempre, y tu madre, envenenada.

No puedo más. ¡El rey, el rey es el culpable!”

Hamlet:

¿Con punta y envenenada? ¡Pues a lo tuyo, veneno!”

Y hiere al rey, a lo que Laertes le contesta:

“Recibió su merecido: es veneno que él mismo preparó. Perdonémonos, mi noble Hamlet. ¡No caigan sobre ti mi muerte ni la de mi padre, ni la tuya sobre mí!”

Hamlet:

“¡Ah, ya muero, Horacio! El fuerte veneno señorea mi ánimo. No viviré para oír las nuevas de Inglaterra”.

En El rey Lear, el propio rey dice dirigiéndose a su hija Cordelia:

“¿Mojan tus lágrimas? Sí, cierto. No llores, te lo ruego. Si tienes veneno, me lo beberé. Sé que no me quieres.”

En Como gustéis, Oliver, el hijo mayor de don Roldán de Boys, alertando a Carlos el luchador, sobre los peligros que corre, le informa que puede ser envenenado.

Así también, Parragón el bufón, amenaza de muerte al campesino Guillermo con matarle de diversas maneras:

“Contigo emplearé el veneno, la porra, el acero…”

En Pericles,  observamos al veneno junto a la paga de un sicario:

“Aquí está el veneno y aquí está el oro. Odiamos al príncipe de Tiro y es preciso que le mates…”

En Cimbelino, sabiendo de la letalidad del veneno, se busca una muerte lenta:

“¿Por qué me habéis mandado traer esas mixturas de un veneno activísimo, que tienen las propiedades de producir una muerte lenta?... Ensayaré primero estos venenos con él…”

 

COMO CONTAMINANTE ALIMENTARIO:

En Enrique IV, Hotspur refiriéndose a Worsester dice:

“Respecto a ese maleante de Príncipe de Gales, si no fuera porque su padre no le quiere y gozaría si algo malo le pasara, yo veneno le daría con la cerveza.”

En El rey Lear, Edgar, hijo de Gloster dice:

“Dadle algo al pobre Tom. El Maligno le ha llevado por fuego y por llama, por vado y remolino, por ciénaga y pantano. Le ha puesto cuchillos debajo de la almohada, sogas en la galería y veneno al lado de la sopa.”

Tal como conocemos la contaminación con el cornezuelo de centeno, los granos eran presa de innumerables plagas, tal como lo comenta Cordelia, la hija menor de Lear, cuando dice:

“¡Ah, es él! Acaban de encontrarle, más loco que la mar enfurecida, cantando a voz en grito, coronado de fumaria y de grama; bardana, cicuta, ortigas, cardamina, cizaña y toda mala hierba que crece con el trigo que nos nutre. 

Enviad una centuria; buscad entre la mies sin dejar un solo campo y traedle que le vea.

¿Qué puede hacer la ciencia del hombre para devolverle la razón? Quien le cure, tendrá toda mi riqueza.”

CABALLERO.- “Señora, hay un medio. Nuestra nodriza natural es el reposo, y él lo necesita. Para provocarlo, hay muchas hierbas que tienen la virtud de cerrarle los ojos al dolor.”

CORDELIA.- “Secretos benditos, ignorados remedios de la tierra, ¡brotad con mi llanto! ¡Socorred y sanad a un hombre bueno en su congoja! –– Buscad, buscadle, no sea que su indómito delirio malogre una vida que ya no puede regirse.”

 

COMO FILTRO O PÓCIMA DE AMOR:

En Enrique IV, Falstaff comenta:

“Era la encarnación del hambre, aunque más salido que un mono, y las putas le llamaban «El mandrágora»” (en alusión a los poderes afrodisíacos atribuidos a sus raíces). Luego, dirigiéndose al príncipe:

“Y de la compañía de éste llevo renegando cada hora de estos veintidós años, pero su compañía me tiene hechizado. Que me cuelguen si el muy pillo no me ha dado algún filtro para que le quiera. Tiene que ser eso, que he bebido algún filtro.”

En El sueño de una noche de verano, Lisandro le dice a su amada Hermia:

“¿Amor tuyo? ¡Aparta, negra zíngara! ¡Quita, medicina vil, repugnante pócima!”

Entretanto Oberón le ordena a Puck  que recoja ciertas flores cuyo zumo, una vez instilados en los párpados de Titania, desencadenarían un violento amor:

“Y con el jugo de esta flor restregaré sus ojos y quedará llena de repugnantes fantasías…”

En Romeo y Julieta, historia de un amor separado por familias mezquinas y venenos mal interpretados, solo queda citar el final cuando la Señora de Capuleto y Julieta pergeñan la venganza:

SEÑORA DE CAPULETO.- “Ya nos vengaremos. No llores. Yo encargué a uno de Mantua, donde ese vil ha sido desterrado, que le envenenen con alguna mortífera droga. Entonces irá a hacer compañía a Teobaldo, y tú quedarás contenta y vengada.”

JULIETA.- “Satisfecha no estaré, mientras no vea a Romeo. . . muerto... Señora, si hallas alguno que se comprometa a darle el tósigo, yo misma le prepararé, y así que lo reciba Romeo, podrá dormir tranquilo. Hasta su nombre me es odioso cuando no le tengo cerca para vengar en él la sangre de mi primo.”

JULIETA (despidiendo a la Señora de Capuleto).- “Ven a mis manos, ampolla. Y si este licor no produjese su efecto, ¿tendría yo que ser esposa del Conde? No, no, jamás: tú sabrás impedirlo. Aquí, aquí le tengo guardado. (Señalando el puñal.) ¿Y si este licor fuera un veneno preparado por el fraile para matarme y eludir su responsabilidad por haberme casado con Romeo? Pero mi temor es vano. ¡Si dicen que es un santo! ¡Lejos de mí tan ruines pensamientos!”

JULIETA (viendo a Romeo muerto, se suicida).- “Yo aquí me quedaré. ¡Esposo mío! Mas ¿qué veo? Una copa tiene en las manos. Con veneno ha apresurado su muerte. ¡Cruel! no me dejó ni una gota que beber. Pero besaré tus labios que quizá contienen algún resabio del veneno. Él me matará y me salvará. (Le besa.) Aún siento el calor de sus labios!”

Los conocimientos de Fray Lorenzo sobre los tóxicos, le permiten haber preparado una pócima con la propiedad de producir la pérdida de la conciencia, generando un estado de muerte aparente durante 42 horas, aunque culmina todo en un drama pasional producto de una mala interpretación de los efectos de dicho filtro.

 

COMO PÓCIMA DE BRUJA:

Sobre las pócimas de las brujas podemos decir que eran caldos en los que se cocían diversas plantas con el fin de extraer los principios psicoactivos que eran capaces de provocar largos periodos de alucinaciones. Por otra parte, en numerosas ocasiones se añadían ciertos "aderezos" que conseguían una preparación psicológica de los asistentes al ritual, todo esto lleno de grandes dosis de fantasía. Quizá una de las fórmulas más conocidas de estos misteriosos brebajes sea el citado por las brujas de Shakespeare

Es en Macbeth, donde podemos encontrar una completa receta culinaria sobre estas pócimas de brujas y hechiceras. Veamos su receta:

 

BRUJA PRIMERA.- “En torno al caldero dad vueltas y vueltas y en él arrojad la víscera infecta.

Que hierva primero el sapo que cría y suda veneno por treinta y un días yaciendo dormido debajo de rocas. Que sea cocido en la mágica olla.”

TODAS.- “Dobla, dobla la zozobra. Arde, fuego; hierve, olla.”

BRUJA SEGUNDA

“Rodaja de bicha que vive en la ciénaga, aquí en el puchero, que hierva y se cueza, con dedo de rana y ojo de tritón, y lengua de víbora y diente de lución, lana de murciélago y lengua de perro, pata de lagarto y ala de mochuelo. Si hechizo potente habéis de crear, hervid y coceos en bodrio infernal.”

TODAS.- “Dobla, dobla la zozobra. Arde, fuego; hierve, olla.”

BRUJA TERCERA.- “Escama de drago, colmillo de lobo y momia de bruja, con panza y mondongo de voraz marrajo de aguas salinas, raíz de cicuta en sombras cogida, hígado que fue de judío blasfemo, con hiel de cabrío y retoños de tejo que en noche de eclipse lunar arrancaron, narices de turco y labios de tártaro, dedo de criatura que fue estrangulada cuando una buscona la parió en la zanja. Haced esta gacha espesa y pegada; con los ingredientes de nuestro potingue, echad al caldero entraña de tigre.”

Podemos comentar acerca de algunos ingredientes de importancia toxicológica que aquí se hace mención al sapo que exuda veneno, posiblemente el Bufo arenarum, productor de bufotenina, un potente alucinógeno similar al LSD.

El hecho de que algunas de las plantas citadas aparezcan ocultas es debido en parte al secreto y recelo con que eran guardadas las diversas "recetas" de los conjuros por lo que quien en teoría pretendiera utilizarlos debería por lo menos ser un "iniciado", y de no serlo así, nunca lograría que la pócima surtiera el resultado buscado. En la citada obra aparecen tres plantas disfrazadas con nombres de animales, veamos: "lengua de perro" (Cynoglossum officinale) de la familia de las boragináceas, ésta presenta en su composición un alcaloide, la cinoglosina, principal causante de efectos paralizantes semejantes al curare. El siguiente era la "lengua u horquilla de víbora", (Ophioglossum vulgatum), helecho utilizado para curar heridas, y "diente o colmillo de lobo", refiriéndose seguramente al acónito (Aconitum napellus) del que sabemos que en todas sus partes contiene el alcaloide aconitina, uno de los venenos más fuertes del reino vegetal. Las dos plantas restantes y más visibles son la "raíz de cicuta" (Conium maculatum), planta tóxica y delirante muy común en los ungüentos satánicos, y el tejo (Taxus baccata), árbol muy venenoso debido especialmente a su alcaloide taxina, que se encuentra en toda la planta.

 

COMO SUSTANCIA LEGISLADA:

En Romeo y Julieta, Romeo reflexiona sobre la lúgubre vida de un  boticario  de Mantua y reconoce la prohibición de venta de venenos que por aquella época existía:

“Ahora me acuerdo que cerca de aquí vive un boticario de torvo ceño y mala catadura gran herbolario de yerbas medicinales. El hambre le ha convertido en esqueleto. Del techo de su lóbrega covacha tiene colgados una tortuga, un cocodrilo, y varias pieles de fornidos peces; y en cajas amontonadas, frascos vacíos y verdosos, viejas semillas, cuerdas de bramante, todo muy separado para aparentar más.

Yo, al ver tal miseria, he pensado que aunque está prohibido, so pena de muerte, el despachar veneno, quizá este infeliz, si se lo pagaran, lo vendería.

Bien lo pensé, y ahora voy a ejecutarlo. Cerrada tiene la botica. ¡Hola, eh!”

BOTICARIO.- ¿Quién grita?

ROMEO.- Oye. Tu pobreza es manifiesta. Cuarenta ducados te daré por una dosis de veneno tan activo que, apenas circule por las venas, extinga el aliento vital tan rápidamente como una bala de cañón.

BOTICARIO.- Tengo esos venenos, pero las leyes de Mantua condenan a muerte al que los venda.

ROMEO.- Y en tu pobreza extrema ¿qué te importa la muerte? Bien clara se ve el hambre en tu rostro, y la tristeza y la desesperación. ¿Tiene el mundo alguna ley, para hacerte rico? Si quieres salir de pobreza, rompe la ley y recibe mi dinero.

BOTICARIO .- Mi pobreza lo recibe, no mi voluntad.

ROMEO.- Yo no pago tu voluntad, sino tu pobreza.

BOTICARIO.- Este es el ingrediente: desleídlo en agua o en un licor cualquiera, bebedlo, y caeréis muerto en seguida, aunque tengáis la fuerza de veinte hombres.

ROMEO.- Recibe tú el dinero. Él es la verdadera ponzoña, engendradora de más asesinatos que todos los venenos que no debes vender. La venta la he hecho yo, no tú. Adiós: compra pan, y cúbrete. No un veneno, sino una bebida consoladora llevo conmigo al sepulcro de Julieta.

 

COMO ANIMALES PELIGROSOS:

En Macbeth, cuando se refiere al asesino, expresa la creencia sobre el crecimiento de los dientes de las serpientes:

“Ahí yace la serpiente. Su cría ha huido y tiene vida que podrá criar veneno, aunque ahora está sin dientes.”

En Como gustéis, el Duque dirigiéndose a Amiens hace mención del sapo usado por las brujas, el bufo arenarum quien produce la bufotenina:

“Dulce es el fruto de la adversidad, que, como el sapo feo y venenoso, lleva siempre una gema en la cabeza. Así, nuestra vida, aislada del trato social, halla lenguas en los árboles, libros en los arroyos, sermones en las piedras y el bien en todas las cosas.”

En Hamlet, el espectro le alerta: “Hamlet, propagaron que durmiendo en el jardín, me mordió una serpiente: con una historia falsa de mi muerte burdamente han engañado a toda Dinamarca. Mas atiende, noble hijo: la serpiente que arrancó la vida de tu padre lleva ahora su corona”.

 

COMO RECURSO LITERARIO:

El concepto de veneno expresado en forma metafórica, es un recurso literario que evoca ideas de peligro y malignidad. Este recurso fue ampliamente utilizado por el Bardo (como se lo apodaba a Shakespeare). Veamos algunos ejemplos.

En Sueño de una noche de San Juan,  Hermia acusándolo a Demetrio por haberle dado muerte a la víctima mientras dormía, lo acusa: “¡Hazaña valerosa! Un gusano, una víbora podría hacer lo mismo. Es obra de una víbora. Jamás serpiente alguna hirió con dardo más envenenado que el tuyo, reptil.”

En Ricardo II, Mowbray dirigiéndose a su rey en referencia a su honor, dice:

“Me acusan, me afrentan, me hieren el alma con el dardo venenoso de la infamia, cuya sola cura es la sangre del pecho que exhala ponzoña.”

RICARDO (dirigiéndose a York).- “Respecto a la guerra de Irlanda, aplastemos a esa desgreñada soldadesca que vive cual veneno donde ya no hay veneno que tenga el privilegio de vivir”.

RICARDO (reflexionando en otro pasaje).- No alimentes al enemigo de tu rey, dulce tierra, ni sacies su apetito con tus frutos, sino pon en su camino torpes sapos y arañas que chupen tu veneno, para que hostiguen al pie desleal que con paso usurpador te pisotea.”

Aquí se observa una antigua creencia, donde las arañas eran venenosas gracias a que chupaban su veneno de la tierra.

SCROOP (comentándole a Ricardo el odio del pueblo).- “Aún quien reza por vos tensa el arco de tejo, doblemente mortal, contra vuestro Estado”.

Tanto las hojas como las semillas del tejo (Taxus bacaratta) son venenosas pero además su madera era utilizada para confeccionar los arcos largos.”

En Otelo, cuando Yago compara su celo dice:

                                                                                                              

“La sola idea es como un veneno que me roe las entrañas…”

También considera que las ideas peligrosas pueden obrar como ponzoñas:

“El moro está cediendo a mi veneno: la idea peligrosa es veneno de por sí y, aunque empiece por no desagradar, tan pronto como actúa sobre la sangre, arde como mina de azufre. ¿No lo decía? Aquí llega. Ni adormidera o mandrágora, ni todos los narcóticos del mundo podrán devolverte el dulce sueño de que gozabas ayer”.

 

En Macbeth, cuando éste reflexiona:

“Damos lecciones de sangre que regresan atormentando al instructor: la ecuánime justicia ofrece a nuestros labios el veneno de nuestro propio cáliz”.

Y en referencia a la muerte de Duncan:

“Duncan está en la tumba. Tras la fiebre convulsa de la vida duerme bien. La traición llegó a su máximo; ni acero, veneno, odio interno, tropas extranjeras, nada puede ya alcanzarle más.”

En La Tempestad, Próspero parafrasea:

“¡Sal ya, ponzoñoso esclavo, engendro del demonio y tu vil madre!

En Hamlet, el actor primero dice:

“Quien todo esto viese, con voz venenosa contra el poder de Fortuna se alzaría.”

Luciano, antes de verter el veneno en el oído de la víctima, anuncia: “Negros pensamientos, poción, manos prestas, sazón favorable, nadie que lo vea; ponzoña de hierbas en sombras cogidas, tres veces por Hécate infecta y maldita, tu natural magia e influjo maléfico, la salud y vida róbenle al momento.”

En A buen fin no hay mal principio, Elena refiriéndose a su amor a Beltrán dice que: “La ambición de mi amor es para mí un veneno”.

Y Diana en su diálogo con Elena se lamenta:

“¡Lástima que no sea más honesto! ¿Veis allá aquel hombre? Es el bribón que le arrastra al vicio. Si yo fuese la esposa del conde, habría envenenado a ese vil corruptor”.

En Enrique IV, El rey le aconseja a Tomás de Clarence:

“Aprende esto, Tomás, y serás la protección de tus amigos, el cerco de oro que ciña a tus hermanos, para que el vaso unido de su sangre, si recibe el veneno de la murmuración (que, por fuerza, los tiempos verterán), jamás pueda agrietarse, aun que actúe con la violencia del acónito o la pólvora.”

En El rey Lear, el conde de Kent dice:

“Luego aquí, al encontrarme al otro mensajero, cuya acogida fue veneno de la mía…”

 

COMO CONOCIMIENTO TOXICOLÓGICO DE LA EPOCA:

En La Tempestad, Gonzalo hace mención a los tiempos de latencia cuando dice:

“Los tres están alterados. Su gran culpa, cual veneno que actuase retardado, comienza a remorderles.”

En Enrique IV, Northumberland a las propiedades terapéuticas de los venenos bajo ciertas circunstancias:

“Para llorarlas no ha de faltarme tiempo. En el veneno hay cura, y estas nuevas que, de estar sano, me habrían puesto enfermo, estando enfermo casi me han curado.”

En Romeo y Julieta, el autor pone en palabras del fray Lorenzo, el concepto que otrora  formalizara Paracelso:

“En esta flor que nace duermen escondidos a la vez medicina y veneno: los dos nacen del mismo origen, y su olor comunica deleite y vida a los sentidos, pero si se aplica al labio, esa misma flor tan aromosa mata el sentido. Así es el alma humana; dos monarcas imperan en ella, uno la humildad, otro la pasión; cuando ésta predomina, un gusano roedor consume la planta.”

En Macbeth, encontramos una muy buena descripción sobre los efectos del alcohol:

“Que tres cosas provoca especialmente el beber? Pardiez señor, enrojecimiento de la nariz, modorra y orina. En cuanto a los apetitos amorosos los provoca y los desprovoca; provoca el deseo pero impide la ejecución…”

En Antonio y Cleopatra, encontramos el siguiente razonamiento diagnóstico:

“Si hubiese ingerido un veneno se le reconocería en la hinchazón exterior… Aquí en su seno hay un pequeño brote de sangre y un poco de hinchazón; lo mismo en su brazo… Es la huella de un áspid”.

Por último, en Timón de Atenas, es lapidario en cuanto a su apreciación de los profesionales de la salud:

“No os confiéis al médico. Sus antídotos son venenos”.

 

Conclusiones

El paradigma de la tragedia humana en la obra de Shakespeare, es decir el final necesariamente infeliz del actor, puede deberse tanto a los errores humanos como al mal manejo de sus virtudes, o bien en otras circunstancias ser producto de oscuros designios del destino, empecinado en traer zozobra a la vida de los mortales.

La lectura de su obra nos sorprende con la frecuencia en que el mecanismo o la herramienta a través de la cual se manifiesta y desencadena la tragedia es justamente a través del veneno.

Seguramente Shakespeare no hizo más que graficar cuanto peso tenía el veneno y el antídoto en la vida cotidiana y en el imaginario del medioevo.

La obra del autor ha mostrado los intereses, preocupaciones y tragedias que imperaban en su época. Y como se ha visto, el veneno fue una de ellas.

 

Bibliografía

Kotzias B. Hamlet, el beleño y los canales iónicos. Medicina  Vol 58 N°4, 1998.  433-435-

The complete Works of Shakespeare W. Wordsworth editions. London. 1999.

Corbella J. Historia de la toxicología. Seminari Peri Mata ed. 1998. Barcelona. 83-87.

 

 

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