DE LA SEXUALIDAD FEMENINA
Amado José Bechara

Médico Urólogo. Especialista Consultor de la SAU.
Jefe del Sector Disfunciones Sexuales de la División Urología del Hospital Durand
Docente de la Universidad de Buenos Aires.
Director Médico del Instituto Médico Especializado (IME)

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INTRODUCCIÓN

Tradicionalmente la sexualidad suele relacionarse exclusivamente con el coito, sin embargo implica mucho más que esto, implica la manera de relacionarse biológicamente, socialmente y psicológicamente. Por lo tanto para hablar de sexualidad habría que integrar todas sus dimensiones, que son las que nos sirven para enmarcar también al ser humano. Así podríamos analizar la sexualidad desde diferentes perspectivas: biológica, médica, psicológica, sociológica, antropológica, educativa, política, etc, etc, etc.
En este tópico vamos a referirnos fundamentalmente a la respuesta biológica de la mujer, más precisamente a la fisiología de la respuesta sexual femenina.
En general la respuesta sexual humana (RSH) está dada por una secuencia ordenada de acontecimientos psicológicos y fisiológicos en el cual se ve involucrado todo el sistema nervioso, cardiovascular y un elevado grupo de órganos y músculos. Se produce a lo largo de nuestra vida, y varía con la edad, la persona, la situación y los estímulos que la provocan. Es un proceso idéntico en todos los seres humanos, que está influenciado por la educación, la cultura, la sociedad y las propias vivencias sexuales.
La respuesta sexual es secuencial, predecible e independiente del tipo de conducta sexual: masturbación, coito vaginal, anal u oral, etc.
Fue descrita por primera vez en 1966 por William H. Masters y Virginia E. Johnson en el libro Respuesta Sexual Humana.
Su propósito principal fue describir de forma objetiva los cambios biológicos que hombres y mujeres tienen durante la actividad erótico-sexual ya sea en forma individualizada o en pareja. Ellos describieron cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución.
Helen Kaplan posteriormente (1977-79) describe un modelo trifásico que consta de las fases: deseo, excitación y orgasmo. John Bancroft en 1983, describe un modelo más complejo de 5 fases: apetito, excitación central (subjetiva), respuesta en órganos sexuales (genital), excitación periférica y fenómenos en torno al orgasmo. Siguiendo a Helen Kaplan la respuesta sexual femenina se divide en 3 fases: Deseo, Excitación y Orgasmo (Ver figura 1)
El Deseo es un impulso hacia la actividad sexual generado por estímulos internos y/o externos; incluye fantasías, pensamientos y receptividad para la actividad sexual e involucra una raíz biológica (hormonas) y una raíz emocional (intimidad, placer y aspectos de relación).
La Excitación incluye la habilidad para lograr y mantener una adecuada excitación sexual objetiva y subjetiva. Esta fase involucra mecanismos centrales (fantasías, sueños, pensamientos), periféricos no genitales (salivación, sudoración, erección del pezón) y periféricos genitales (congestión vaginal, clitorídea y lubricación).
El Orgasmo se produce luego que suficiente estímulo y excitación sexual generen múltiples aferencias sensoriales desde el área genital hacia el cerebro desencadenándose la descarga de neurotransmisores con la consiguiente contracción de los músculos del piso pélvico, útero y vagina.

FISIOLOGIA DE LA RESPUESTA SEXUAL GENITAL FEMENINA

La respuesta sexual en la fase de excitación esta dada por una serie de eventos psico-neurovasculares, basada fundamentalmente en la estructura y función de la vagina y el clítoris. Esta respuesta sexual genital surge de una combinación de eventos vasculares y neuromusculares en el tracto genital y piso pelviano que incluyen ingurgitación de la vagina y erección del clítoris.
Otras estructuras genitales pelvianas también presentan cambios vasculares como los labios, las glándulas periuretrales, la uretra y la fascia de Halbans, aunque estos son menores en relación con los producidos en el clítoris y la vagina.
A su vez existe una respuesta coordinada de las fibras musculares de la pared vaginal y de los músculos estriados pélvicos durante la excitación y el orgasmo. En primer lugar un aumento del diámetro del interior de la luz vaginal seguido de un progresivo aumento de la presión intravaginal que ocurren desde la excitación al orgasmo, culminando en una serie de contracciones.
La principal función de la vagina durante el coito es permitir una penetración peneana sin dolor. La estructura histológica de la vagina esta compuesta por tres capas: mucosa, muscular y serosa, hallándose una rica red vascular subepitelial responsable del fenómeno de lubricación vaginal. El clítoris tiene como principal función proveer una fuente de estimulación erótica para la mujer. Está constituido por el glande, cuerpos cavernosos y la albugínea. El cuerpo cavernoso del clítoris está formado por un músculo liso trabecular y tejido conectivo similar al del pene.
La inervación de la vagina y el clítoris se origina en el plexo hipogástrico y sacro (Ver figura 2).
Investigaciones inmunohistoquímicas han demostrado que las neuronas preganglionares del núcleo parasimpático (NPS) representan la principal eferencia parasimpática hacia el tracto genital femenino, y las neuronas preganglionares de los núcleos espinales intermedio lateral y dorsal de la comisura, son la principal eferencia simpática. Del plexo hipogástrico descienden nervios, cuyos brazos forman el nervio uterovaginal. Al plexo sacro llegan las aferencias provenientes del nervio pudendo desde la vagina, los labios y el periné. A su vez el nervio pudendo originado a nivel del plexo sacro emite brazos o fibras a través del nervio labial posterior y perineal inervando los músculos pélvicos estriados. Los axones motores se originan en la médula espinal (L5-L6) en dos núcleos llamados dorsomedial y dorsolateral. Esta inervación motora hacia los músculos perineales juega cierto rol en la respuesta sexual genital femenina como contracciones voluntarias de los músculos, pudiendo ser un favorecedor de la excitación y contribuyendo a la sensación de placer durante el coito.
Las eferencias autonómicas del clítoris parten del plexo pélvico e hipogástrico y llegan al clítoris luego de atravesar el diafragma urogenital. Los estímulos sensitivos del clítoris ascienden desde el nervio dorsal al pudendo hasta el plexo sacro.
Existe una organización similar del control neural de la respuesta sexual genital en varones y en mujeres, con fibras simpáticas facilitadoras hacia los genitales por el nervio pélvico y fibras simpáticas inhibitorias de la cadena simpática paravertebral. También fue demostrado que el área preóptica medial del hipotálamo, controla la respuesta sexual por medio de proyecciones neurales simpáticas y parasimpáticas que descienden desde el cerebro.
La primer fase de la respuesta neurovascular (fase de excitación) se inicia luego del estímulo sexual, con la liberación de neurotransmisores que relajan el músculo liso facilitando el aumento del flujo sanguíneo de las arterias del clítoris y la vagina con el consiguiente incremento de la lubricación y del diámetro de las paredes vaginales, así como del diámetro y largo del clítoris.
Los cambios hemodinámicos de la respuesta sexual en el clítoris y la vagina dependen de su estado muscular, regulado por un balance entre el tono adrenérgico y el tono no adrenérgico no colinérgico como ocurre en el músculo liso cavernoso del pene.
Los neurotransmisores mediadores de la respuesta muscular del clítoris y la vagina son neuropéptidos Y (NPY) péptido intestinal vasoactivo (VIP) oxido nítrico, péptido liberador del gen de calcitonina, sustancia P, nitroprusiato de sodio y L-arginina.
La respuesta sexual humana se produce y evoluciona a lo largo de todo el ciclo vital, siendo diferente según las edades y uno de los mitos mas arraigados en la cultura popular es que con el paso de los años la disfunción sexual es inevitable, y esto no es cierto. Con el aumento de la edad ocurren modificaciones físicas y psicológicas que modifican la respuesta sexual pero que no la invalidan.
Con la edad comienzan a ser más frecuentes las alteraciones de orden físico que pueden repercutir en la respuesta sexual, (hipertensión, diabetes, colesterol elevado, el hábito crónico del tabaco y/o del alcohol) así como la ingesta de los medicamentos indicados para revertir esas entidades médicas.
También es cierto que si el sexo ocupó un pequeño espacio durante la juventud, es probable que los conceptos sociales del rol pasivo que deben cumplir los mayores con respecto a su vida sexual, se cumplan.
Diferentes estudios estadísticos internacionales demuestran una continuidad de la actividad y el interés sexual a lo largo de los años. Como ejemplos ha sido reportado que el 95 % de los varones entre 46 y 50 años y el 28 % de los varones 66 y 71 años, tienen actividad sexual por lo menos 1 vez por semana, así como el 65 % de las mujeres entre 51 y 64 años y el 74 % de mujeres > 65 años. Por otra parte el 74 % de los varones casados y el 56 % de las mujeres casadas y mayores de 60 años son activos sexualmente.
En el caso de la mujer es sabido que a determinada edad ingresa al período conocido como climaterio, que implica modificaciones físicas y psicológicas (Ver figura 3).
Dentro de las modificaciones físicas observamos cambios fundamentalmente relacionados a las modificaciones hormonales y por lo tanto podemos notar una reducción del vello y grasa pubiana y atrofia de labios mayores. Disminución de la lubricación vaginal, adelgazamiento y pérdida de elasticidad de las paredes de la vagina, con franca disminución de elementos locales que la protegen de infecciones. Estos cambios dan a la vagina mayor vulnerabilidad al traumatismo coital y a las infecciones y a la percepción por parte de la mujer de dolor durante la penetración (dispareunia).
En la mujer, aunque la intensidad orgásmica parece mantenerse, la fase de excitación y lubricación puede verse retardada en su inicio. Es útil que tanto el varón como la mujer conozcan estos cambios y que no sean interpretados como desinterés de parte de uno de los miembros de la pareja, sino como un cambio fisiológico que requerirá cambios en la actitud frente a la relación sexual.
El desconocimiento de estos hechos puede hacer que una persona mayor se identifica como alguien que padece un deterioro sexual, pudiéndole generar angustia e insatisfacción. En general, si se ha tenido una vida sexual placentera, y se mantienen las actividades, fantasías y sentimientos sexuales a lo largo de los años, tanto hombres como mujeres tendrán una vida sexual rica en la vejez.
Indudablemente el control médico periódico, la vida sana, la educación y el dialogo sobre todos los aspectos de la sexualidad constituyen la base necesaria para mantener una adecuada salud sexual.

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