Ciencia y ética: estructuración de la Ciencia a partir de la Ley

por Alberto Carli y Beatriz Kennel


“...el salto evolutivo de la especie Homo Sapiens debió estar posibilitado por la constitución de una función capaz de producir acuerdo entre individuos, es decir una función eticizante.”

J. Samaja Epistemología y Metodologìa


Resumen

En estos tiempos de Capitalismo tardío, de esa forma de pensamiento denominada pos-modernismo existe una serie de fenómenos que, como partícipes de un momento histórico, creemos es necesario abordar, bien para generar preguntas, bien para provocar debates, bien para invitar a una reflexión acerca de qué lugar ocupa hoy el conocimiento, la Ciencia y la Ética en nuestra Cultura.

Abstract

The authors approach the relationship betwen Science and Law from considering them like belonging to the same line of development , as forms of Knowledge in different stages of filogenetic evolution. of the species. Articulating both with a third component, the Law, they establish a necesary trilogy for the harmonious fulfillment of the aims that the Knowledge has. They analyze the evolution that Law had done in the human psychic character and conclude that in the Postmodernism it is esencial to restore the order of the Law.

Palabras clave

Ciencia- Ética- Ley- Lenguaje- Science and Etica, structuring of Science from Law.

Key words

Science /Etica /Law /Language


Para comenzar daremos algunas definiciones conceptuales facilitadoras de su lectura. Entenderemos por Ciencia una reconstrucción conjetural de la realidad con objetos, lenguajes y técnicas que considera propios; por Ética (Ethos), aquella rama de la Filosofía dedicada al estudio de los juicios ordinarios del deber ser ; por Ley, aquel ordenamiento normativo-estructural también expresado con un lenguaje, cualesquiera sea éste. (1)

Hechas estas definiciones, seguramente imperfectas, nos queda constituido un triángulo en cuyos vértices ubicaremos Ley, Ética y Ciencia. Sin los dos primeros, y de esto hablará este artículo, son impensables las condiciones de posibilidad de la Ciencia. (fig. 1)

Nuestra especie humana es poseedora, entre otras, de una capacidad que nos permite acceder a una estructuración simbólica de la realidad: el Lenguaje. Este Lenguaje, ordenador, se constituye en la Primera Ley, directriz del funcionamiento del aparato psíquico. Con ella nos hacemos humanos, dando sentido a nuestra condición biológica, a través de la posibilidad de interpretación semiótica en la comunicación con nuestros pares. En el desarrollo, tanto del devenir histórico (filogenético) como en el individual (ontogenético), se tornó necesaria una Segunda Ley que permitiera el acceso a la Cultura, para ser sujetos de la misma, posibilitando la vida comunitaria. Esta otra Ley, organizadora del funcionamiento del aparato psíquico, se conoce como Ley de Prohibición del Incesto , a partir de la cual se derivan todas las leyes morales del “deber ser”.

Acceder a este nivel evolutivo hizo probable para la humanidad la aparición de un pensamiento, abstracto lógico-formal, capaz de descentrarse de la intuición y de lo auto-referencial, propiciando etapas de organización social de un mayor nivel de complejidad (Ciudad-Estado; Estado-Nación). Nivel de complejidad que fue también necesario que se desarrollase en el individuo, como condición primaria para acceder a la noción de Eticidad, esencial a la hora de la convivencia organizada.

A manera de síntesis pensamos que en el desarrollo humano (tanto desde el punto de vista filo como ontogenético) la evolución ha sido la siguiente:

En la historia individual, a partir de la instauración de un orden interno (estructurante en el desarrollo libidinal) es que se va a dar la condición de posibilidad, para el surgimiento de una valoración del contenido y de la forma del pensamiento y la acción. El deber ser tendrá sentido en tanto y en cuanto aparezca un Otro en el registro simbólico, real o imaginario permitiendo inscribir la Ley en el inconsciente, para dar el tinte singular con que el sujeto responde por ella.

Desarrollar lo que hoy entendemos por Ciencia está fundamentalmente ligado a lo que conocemos como Modernidad, con un fuerte impulso en las necesidades tecnológicas de la Revolución Industrial. Estas necesidades obligaron a que el pensamiento humano no sólo transitara por los carriles de la coherencia y la falta de contradicción en las ideas utilizadas, a la manera de la Filosofía, sino que exigieron las mismas fueran contrastadas (Fig 3). Para una mayor claridad expositiva utilizaremos un esquema desarrollado por Juan Samaja –con modificaciones nuestras-, a partir de las ideas del lógico estadounidense Charles S. Peirce. (2)

Charles Peirce cuando publica en 1877 su artículo: “La fijación de las creencias” (The fixation of Belief) deja planteada la importancia que las opiniones han tenido en el desarrollo del Conocimiento. Para este autor, las opiniones son funciones de auto-regulación de la vida de los sujetos, en tanto sujetos actuantes. Eso significa que si no “disponemos” de creencias en cada circunstancia de nuestra existencia, no podemos realizar los actos inherentes a la vida autónoma, como por ejemplo tomar decisiones y proceder en consecuencia. Para este autor los seres humanos tenemos multitudes de opiniones que pese a no ser científicas resultan en muchos aspectos satisfactorias, y la prueba es que las defendemos incluso a veces en contra de lo que la ciencia nos pueda aconsejar. Estos “modos de fijar creencias” han sido siempre un intento del ser humano para dar respuestas a los problemas que la realidad planteó, y están estrechamente ligados al modo de pensamiento con el que en su desarrollo pudo contar. Y de estos los procesos culturales estuvieron teñidos.

En realidad, el tema del artículo de Charles Peirce no es insólito, ya que esta idea en particular fue también desarrollada por Hegel en su obra Fenomenología del Espíritu, pero por su extensión y profundidad es Pierce quien examina a todos los métodos como si tuvieran ganado legítimamente un lugar en la vida por referencia a la función que cumplieron o eventualmente siguen cumpliendo.

Peirce plantea un esquema de cinco métodos: el método de la tenacidad; el de la autoridad; de la opinión pública, el del a priori; y el de la indagación, y considera que estos cinco son los métodos para lograr creencias eficaces o sustentables.

Cuando Peirce menciona el método de la tenacidad hace referencia al procedimiento que consiste en resolver una cierta duda tomando aquella creencia que nos surja internamente (“cualquiera de las que podamos elucubrar”). En este método lo que está en juego es lo que usualmente llamamos “intuición” o también “corazonada”, y lo cierto es que ambas cosas están presentes: el ver directamente y un quantum de emoción o de vivencia primaria.

Es este el método de los procedimientos que sigue un sujeto cuando forma como "buena creencia" aquella que le surge espontáneamente y que para mantenerla la reitera constantemente a si mismo. Por ejemplo: la percepción. El conocimiento no está mediado por la autoridad de otro, por la reflexión ni por la experimentación. Es un conocimiento que podemos atribuir a los "instintos", a la "Sabiduría biológica”.

Los rasgos dominantes del método de la intuición son la inmediatez; el involucramiento personal-corporal; el individualismo e incomunicabilidad; la emotividad; la resistencia (individual) al cambio; el holismo o totalismo; la presencia actual del pasado (o olvido de la historicidad o recaída en la inmediatez) Es por ello que este primer modo de establecer parámetros ordenadores involucra en el arte prehistórico un pensamiento mágico-egocéntrico- animista en las producciones cuyo contenido estuvo ligado a las necesidades básicas que angustiaban al hombre.

Por otra parte, en el recorrido del pasaje de la Naturaleza a la Cultura, la primera condición estructurante del hombre, sin duda ha sido el Lenguaje. En el comienzo era la acción. La palabra no fue el comienzo, la acción estuvo primero. Fue el Lenguaje que, como capacidad de nuestra especie, nos permitió acceder a una estructuración simbólica de la realidad para ordenarla teniendo como exigencia la puesta en marcha de algo del orden de la Ley.

Cuando mas arriba hablamos del Lenguaje dijimos de su importancia en el salto producido de lo Biológico a la esfera de la significación.Efectivamente, en la teoría de los signos “un signo es un estímulo sustituto que provoca para sí la misma respuesta que hubiera provocado otra cosa de haber estado presente” y esta conducta semiósica permite entender al Lenguaje como fenómeno de signo de naturaleza social. Así un Lenguaje será “un conjunto de signos pluri-situacionales con significados interpersonales comunes a los miembros de una familia de intérpretes, signos susceptibles de ser producidos por dichos intérpretes y de ser combinados de ciertos modos y no de otros para formar signos compuestos”.

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De este modo, los distintos momentos del pensamiento nos llevan a una teoría genética del lenguaje cuyo recorrido va del lenguaje interiorizado, pasando por el significado y culminando en la palabra. Entendiendo que una palabra sin pensamiento es una cosa muerta y un pensamiento desprovisto de palabra permanece en la sombra. Pensamiento y lenguaje son por lo tanto la clave de la naturaleza humana. Ya que, como concluyera Vygotsky, podemos pensar que “una palabra es un microcosmos de conciencia humana”.

Por eso fue el Lenguaje de fundamental importancia para el desarrollo del pensamiento. En lo que se refiere a la Ley de Prohibición del Incesto, esta ley, articuladora de “la ley moral en mi” (Kant) fue fundante y posibilitadora del establecimiento de normas y leyes de otro nivel y de aquellas estructuras organizativas responsables de su cumplimiento en los diferentes momentos históricos. (Familia-Clan – Tribu- Comunidad - Estado).

Eduardo Grüner en el capítulo V del Libro “La Filosofía política moderna” plantea a Edipo como al padre de la Razón. Lo plantea como una de las que llama “obras de la literatura fundantes”, que son posición de un nudo de cambio de época que contiene todas las posibilidades que van a ser desplegadas en el período posterior. Allí menciona que Jean –Joseph Goux arriesga la hipótesis de que “más allá o mas acá de Freud la tragedia de Edipo señala el inicio de la subjetividad filosófico-política moderna( en un sentido muy amplio de la palabras)”.

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Edipo, al responder al famoso enigma de la Esfinge con su escueto “El Hombre”, realiza tres operaciones simultáneas: por un lado crea la Filosofía, es decir un discurso que ya no está basado en la tradición, sino en el razonamiento autónomo. Por otro lado, crea al Sujeto moderno que recién será una figura dominante en Descartes. Un sujeto que centra la experiencia y la fuente del saber en su propio Yo, y no en alguna Trascendencia religiosa o Cultural que lo determina. Por último, por las dos operaciones anteriores, “crea” las condiciones ideológicas para la emergencia del homo democraticus o mejor dicho del homo liberalis, un hombre que se basa en la pura Razón individual y que, alejándose de la tradición, pacta con sus iguales una forma de organización política y social.

Estas tres operaciones construyen el puente para pasar de una época a otra: la era de un orden basado en el ritual religioso y la repetición del culto sacrificial como forma de sublimación/simbolización de la lógica de la venganza, a la era de la Polis, de la Ley universal del imperio de la Razón y la lógica de la justicia. El lugar de Edipo como mítico héroe fundador de una nueva cultura es aquí capital.

Un desarrollo de la Ley de tal magnitud va de la mano con un despliegue de creencias que son en cierta medida su condición estructurante. Dice Peirce: “Pero este método de fijar la creencia que puede llamarse el método de la tenacidad, en la práctica resulta incapaz de mantener sus bases. El impulso social va contra él. Quien lo adopta se encuentra con que otros piensan de modo diferente a él, y en algún momento de mayor lucidez será proclive a pensar que las opiniones de éstos son tan buenas como las suyas propias, quebrantándose así su confianza en su creencia.”

El método de la autoridad, al cual Peirce alude en este párrafo, aparece precisamente allí en donde la individualidad que comporta la tenacidad entra en conflicto con las exigencias de acuerdos mínimos que impone la vida comunitaria, y marca la dimensión social de la existencia humana. Es aquel método que consiste en resolver una cierta duda mediante la adopción de aquella creencia que nos es trasmitida por otros sujetos que están investidos de autoridad.

Esta forma de fijar creencias hunde sus raíces en etapas muy anteriores al surgimiento de los Estados ya que impera en todos los conjuntos gregarios humanos pre-estatales: en las bandas, en los clanes, en las tribus. Es el método de la tradición. La autoridad es la Comunidad misma, con sus costumbres ancestrales que escapan a todo examen crítico. El conocimiento de lo que es permitido y lo que es tabú no está escrito en ningún código: es un saber que existe en la Comunidad, respecto de la cual, cada miembro es un funcionario habilitado para custodiar el cumplimiento de la norma social. La lengua y la moral son las realizaciones más notables de este método para producir las creencias por tradición.

Que la Humanidad haya llegado a esta etapa evolutiva de desarrollo organizacional de los grupos se liga a la aparición de un pensamiento, abstracto lógico-formal, capaz de descentrarse de la intuición y de lo auto-referencial, para dar lugar a etapas de organización social de un mayor nivel de complejidad (Ciudad-Estado; como vemos en la Grecia antigua) en donde la cosmovisión ya no se tiñó del pensamiento mágico, animista o autoritario que las sociedades primitivas usaron como método para fijar  sus creencias, sino de un pensamiento reflexivo, coherente y no contradictorio.

En esta etapa del desarrollo el Estado asume el rol de la autoridad suprema, luego de la profunda crisis que precipitó el fin de las Comunidades Primitivas. Pero la función de la autoridad estatal es esencialmente diferente a la autoridad comunitaria: ésta no invoca ninguna razón para ejercer su soberanía. Su ley no es ni puede ser objeto de debate, de reflexión, de examen. No puede ser abolida ni tampoco sancionada por ningún miembro o grupo especial de la Comunidad. El ethos primitivo es un orden instaurado a lo largo de los siglos por la costumbre anónima y eficazmente resguardada por las representaciones que sacralizan las más inveteradas tradiciones y pesan sobre las mentes de los miembros comunales con fuerza incontenible. Las leyes del Estado, en cambio, son precisamente lo contrario a eso: son leyes emanadas de la reflexión, del debate, del examen público.

La vida estatal está en la fuente viva del método metafísico (J. Samaja) aunque sea cierto que todo Estado remite en su base última a un acto de autoridad, del mismo modo que el método metafísico (racional) remite, en su paso al fundamento, a causas últimas y primeros principios. Pero, precisamente, esto es así porque el Estado expresa desde su fundación el deseo de re-presentar a la comunidad, cuando ya la comunidad no está en condición de autogobernarse por sí sola. En las sociedades con Estado, la gente ya no gobierna ni delibera directamente sobre su destino, sino que está forzada a hacerlo por medio de representantes. Es precisamente, a partir del surgimiento de esas instituciones dedicadas a la deliberación y a la producción de actos de gobierno, en donde madura y surge esa capacidad que enorgullece al ciudadano griego: la Razón.

En la Fig .3 mostramos un esquema en el que se elimina uno de los modos (el de la opinión pública) en razón de que Peirce (un liberal norteamericano al fin!) creía que la misma era capaz de producir modificaciones en el Estado, siendo que el mismo no es nada más que la expresión de las clases dominantes por lo cual tal postura peirciana puede obviarse a los fines de este artículo. Samaja utiliza estas ideas para elaborar una concepción un tanto diferente pero no por eso menos útil para entender la evolución del conocimiento en la historia de la humanidad. El epistemólogo argentino refiere que los modos del conocimiento serían los de la Tenacidad (de orden biológico), de la Autoridad (de orden comunitario), del Pensamiento Reflexivo (de la Filosofía) y del Pensamiento eficaz (de la Ciencia).

La riqueza de esta concepción consiste en que es aplicable no sólo al desarrollo del conocimiento en tanto fenómeno histórico colectivo sino como la expresión de la evolución del conocimiento en cada singularidad, entendiéndose que la evolución de su complejidad (la del conocimiento) está íntimamente relacionada con la evolución alcanzada en la complejidad del pensamiento de cada individuo.

Pasar de lo biológico a lo comunitario exigió el desarrollo, como dijimos más arriba, de una propiedad que lo permitiera: alguna forma de lenguaje que permitiera la comunicación. Entre los humanos favoreció la aparición de normas morales del orden de la Ley de prohibición del incesto, lo que permitió la entrada en la civilización. De lo comunitario a lo estatal necesitó de alguna forma de pensamiento, el reflexivo-filosófico, que permitiera instalar algo del orden jurídico-institucional, el Estado, con sus leyes no ya con normas, con la aparición de una disciplina, la Ética, rama de la Filosofía que intenta pensar las relaciones no ya en razón del bien común, lo moral, sino el de aquél que está en el campo de la alteridad, de lo ético.

El salto epistemológico para lograr una forma de conocimiento validado (el científico) se vio favorecido por la pujanza de organizaciones supra-estructurales a los Estados, las sociedades civiles. Explicitadas en la eficacia, merced al cumplimiento de las leyes originarias fundantes, éstas favorecieron el camino hacia la Ciencia, tal como hemos intentado reproducir.

Por lo visto hasta aquí, Ciencia y Ética se fueron desarrollando como una consecuencia histórica de la evolución del pensamiento humano. Acompañados por una condición estructural esencial y por lo tanto irrenunciable para ambas: la Ley.

Ciencia y Ética son poseedoras de una raíz epistémica común como hemos expuesto hasta aquí pero entendemos a diferencia de otros autores, y de eso nos ocuparemos en otro artículo, que con un diferente nivel óntico.

A la luz de lo hasta aquí expuesto cabe preguntarnos qué ha ocurrido históricamente con la Ley, instalada desde sus orígenes en la condición humana, y cuáles las consecuencias de su devenir en el Hombre del Postmodernismo.

Los hechos de la vida cotidiana de los que hablamos al principio nos llevan a pensar en que estamos frente a una crisis originada en la caída de la Ley; que esto conlleva una pérdida de la capacidad de simbolización de nuestra especie; y que todo acarrea una pérdida de la vigencia del deber ser (deberes e ideales; yo ideal; ideal del yo?).

Así quizás sea más fácil comprender el por qué de algunas de las preguntas, las inquietudes y hasta las propuestas realizadas en situaciones en los que se producen intereses contrarios entre Ciencia y Ética, en las que se valora al Conocimiento como una mercancía, como un producto, sólo sometido a intereses de mercado con oferta y demanda como motores dinamizadores.

El objetivo de la Ciencia es a nuestro entender, conocer el mundo para modificarlo y hacerlo mejor para la humanidad, por lo que entonces afirmamos, como hemos tratado de fundamentar, que es impensable la Ciencia sin el sustento de la Ética y que si ésta ha perdido su razón de ser como consecuencia de la caída de la Ley eso nos obliga como científicos a pensar en estrategias, en caminos que apunten a la recuperación de su vigencia.

 

Bibliografía 

  1. Corominas, J. Breve diccionario etimológico de la Lengua Castellana, Ed. Gredos, Madrid, 1990.
  2. Samaja J. Epistemología y Metodología, EUDEBA, 1993. 
  3. Morris C. Signos, lenguaje y conducta, Ed. Losada . 2003. 
  4. Grüner, E. La Filosofía política moderna, Cap. V: El Estado : pasión de multitudes. Spinoza versus Hobbes, entre Hamlet y Edipo” Ed. FLACSO, 2003.